Autor: Lic. Oscar Anzorena | MCP, PCC
«El sueño se hace a mano y sin permiso,
arando el porvenir con viejos bueyes»
Silvio Rodríguez
Somos los únicos responsables de nuestra existencia, de construirnos una vida que valga la pena ser vivida, de hacer realidad nuestros sueños más valiosos y significativos. Esto conlleva la idea de hacernos responsables por el destino de nuestras vidas y por la construcción de nuestro futuro. Significa tomar fuertemente el timón de nuestra existencia y accionar en consecuencia.
Hay dos actitudes básicas en esto de cómo vivir la propia vida. Podemos encarnar la posición del actor o la del espectador. La actitud del actor es la de las personas que han decidido ser protagonistas de su propia existencia y que todos los días salen a escena y actúan en los distintos roles que deben realizar. Saben que a veces efectúan su actuación con eficacia y otras que no logran los resultados requeridos. Pero cuando esto sucede no le echan la culpa a nadie, se hacen cargo, aprenden y producen los cambios necesarios para alcanzar sus objetivos. Se hacen responsables de sus vidas y de sus destinos. No van a la deriva sin rumbo fijo, sino que son proactivos, generan acciones, se comprometen con sus proyectos y van superando obstáculos en su camino.
Frente a ellos están los espectadores, los que miran, comentan y critican. Los que no se asumen como protagonistas de su propia historia. Puede ser que les haya tocado un lugar privilegiado y observen la función desde la primera fila, o que no hayan sido afortunados y estén ubicados en el último asiento, pero lo que tienen en común es que transcurren mirando la obra de otros. No ven la propia responsabilidad por lo que les pasa o por lo que no logran que les pase. Son expertos en buscar excusas, explicaciones y pretextos que les permitan justificarse por lo acontecido. Generalmente se sienten frustrados, estancados y sin capacidad para modificar su situación. Su acción más efectiva es la queja por la vida que “les tocó vivir”.
Lo que distingue a esta forma de posicionarse en el mundo, es que las personas que la asumen no se ven como responsables de su propia vida. Piensan que la felicidad es una bendición y no una conquista. Suponen que el futuro se puede esperar o prever, pero nunca construir. Están convencidos que los sueños son una ilusión para evadir la realidad y no una meta para lograr con creatividad y esfuerzo.
Lo esencial de la idea de conquistar nuestros sueños es asumir la posición de actor y artífice de nuestra existencia, con la capacidad para decidir libremente qué queremos hacer y cómo queremos vivir. Concebirnos como seres activos, creativos e inventores de nuestro destino. Convertir nuestra pasión y nuestros sueños más profundos en el sentido de nuestras vidas, trabajando y disfrutando mientras los convertimos en realidad.