El “Ser” y el devenir humano

Autor: Lic. Oscar Anzorena | MCP, PCC

«Cuando me despojo de lo que soy,
me torno en lo que podría ser»

Lao Tsé

Muchas veces nos surgen las preguntas ¿Quién soy? y ¿Quién podría llegar a ser? Estas preguntas, que pueden parecer diferentes e inclusive contradictorias, poseen un inexorable vínculo entre ambas.

Cuando los seres humanos nos preguntamos acerca de quién realmente somos, muchas veces nos conectamos con una profunda intuición que ha recorrido a la humanidad a lo largo de su historia: que todos poseemos una dimensión espiritual, un aspecto esencial de nuestro ser, una sabiduría interior que pugna por manifestarse. Esta dimensión del ser humano ha sido nombrada de las más diferentes formas por las distintas tradiciones espirituales desde tiempos inmemoriales, tanto en oriente como en occidente, y en todos los casos nos remite a esa chispa divina que habita dentro nuestro y que cuando nos conectamos con la misma sentimos una profunda paz y una energía infinita. En tal sentido, Aldous Huxley nos señala que: “El ser humano posee una doble naturaleza, un ego fenoménico y un Yo eterno que es el espíritu, la chispa de divinidad que anida en nuestra alma”

Vale la aclaración de que cuando hablamos del ser, estamos lejos de pensar que las personas son de una manera inmutable, que nos viene dada y que condiciona irremediablemente nuestra existencia. Partimos de la convicción de que los seres humanos somos mucho más de los que estamos siendo. Que tenemos la potencialidad, la posibilidad intrínseca de desarrollarnos, de expandir nuestro ser y nuestro hacer, de utilizar al máximo nuestros recursos internos, de proyectarnos hacia donde cada uno de nosotros desee.

Cuando nos realizamos la pregunta ¿Quién podría llegar a ser?, más allá de la particular respuesta que cada uno se dé, el sólo hecho de validar este interrogante nos abre la puerta a la noción del “devenir humano”. Esta idea liberadora de que los seres humanos no somos de una manera dada e inamovible, sino que por el contario vamos deviniendo en quienes somos. Este concepto del devenir nos señala como seres en permanente e ininterrumpida construcción. Todo ser no es, sino que deviene en quien es y, por lo tanto, siempre está dejando o llegando a ser en un continuo proceso de transformación, ya que el cambio y el desarrollo son características inherentes al proceso vital.

Al advertir que estamos abiertos al rediseño y a la transformación, surge la convicción de que a lo largo de nuestra vida podemos volver a “parirnos” a nosotros mismos todas las veces que lo consideremos conveniente o necesario, cambiando nuestras creencias, modificando aspectos de nuestra conducta, aprendiendo a desarrollar nuevos comportamientos y expandiendo aquello que dentro nuestro posee una fuerza vital y trascendente.